Confía en mí.

Mis hijos creen que tengo poderes mágicos.

Es cierto.  Creen que puedo atravesar paredes, pelar las partes feas de las manzanas con mis ojos de rayos x, también que puedo leer mentes (seguro ustedes ya lo creen también), entre otros poderes secretos que no puedo revelar en público.

Conforme crecen, se van dando cuenta solitos que más bien son trucos o vaciladas.  Pero todavía a sus 5 y 6 años creen que tengo poderes «mágicos» (aunque ya descubrieron que lo de los rayos x son mis dientes o el cuchillo y no mis ojos).

Sin embargo, no estoy tan segura de que confíen en mí tanto como me gustaría.  ¡Suena horrible! Creen que puedo hacer cosas sobrenaturales, pero cuando tomo un camino diferente para llegar a la casa, saltan de sus asientos y me dicen:  «mamá, no es por aquí, ya te fuiste mal» y no me creen, por más que les argumento, que hay más de un camino para llegar a la casa y que pueden confiar que no los voy a llevar al orfanato  (aunque muchas ganas me dan en esos momentos).

Al parecer, aprendieron a cuestionar y a averiguar (lo que les conviene, porque tener una mamá mágica está muy «cool» y eso mejor ni cuestionarlo).  De repente se dieron cuenta que, a veces, si me pierdo, y que a veces lo que digo no es como lo digo.  Típico error de ser humano.

Sí, qué padre que mis hijos no se las crean todas y que razonen y usen sus cerebros y esas cosas, pero se siente feo.  No está padre que tus hijos no confíen ciegamente en ti, sobre todo si son todavía tan pequeños.

De repente hoy me di cuenta de que no se trata de que confíen en mí.  Se trata de que confíen en ellos mismos.  Y que sepan que yo también lo hago.

Entramos a Soriana por dulces.  Porque quede de comprarles un dulce a cada uno.  Yo adelante, ellos atrás siguiéndome.  Yo segura de que tenía que haber un pasillo de dulces, y Lumía diciéndome, «mamá, yo sé en dónde están los dulces, están en la entrada».  «Si corazón, pero vamos al pasillo de dulces, sígueme».

Los dos me seguían, Lumía seguía repitiendo lo mismo, puesto que yo pasaba por todos los pasillos sin encontrar el pasillo donde están todos los dulces juntos (creo que ese pasillo dejó de existir por orden del Estado de México, así como dejaron de existir los saleros en las mesas de los restaurantes y las cervezas en el OXXO después de las 10pm), hasta que de verdad escuché:  «Mamá, confía en mí, yo sé en dónde están los dulces».

Yo sé que en los pasillos de las cajas hay dulces.  Y sabía que Lumía se refería a esos dulces.  Simplemente no quería tener tan «pocas» opciones para elegir.  Entonces me voltee y le dije, «Tienes razón, Lumía, confío en tí, llévanos a los dulces».  Inmediatamente Mateo dijo «Yo no confío en ella, Lumía no sabe», y claro que le tuve que decir a Mateo:  «Si yo confío en tu hermana, entonces tú también, vas a ver que nos va a llevar».

La niña, con todo el poder que le da a uno ser el guía y líder de la banda, emprendió rápidamente su camino, sorteando pasillos y carritos de mandado hasta que llegamos a las cajas.  (Lo que no sabía es que habían cambiado la configuración de las cajas y que los dulces ya no estaban donde antes).  Llegó a la primera caja y sólo había bolsas de papas.  Titubeó, con ese miedo terrible que nos provoca la equivocación, y se cambió de pasillo, y otra vez, más papas, y volteaba ya un poco nerviosa como pensando, «esta gente confía en mí y le estoy quedando mal», entonces le dije «no te preocupes, es que cambiaron las cajas y ahora es diferente, pero sigue buscando».  Y dos pasillos más, llegamos a los dulces.

«Te dije mamá, yo sabía en donde estaban los dulces».

Yo confío en mí.  Y sé que mis hijos van a confiar y a desconfiar de mí según la situación y según les convenga.  Pero yo confío en mí (no siempre, no diario, pero por lo general, confío).

También confío en mis hijos.

La cosa está en que ellos confíen en sí mismos.  Y que yo les permita y les propicie esos momentos.

Es importante aclarar que al final, Mateo terminó optando por una bolsa de Cheetos que estaba en el pasillo de las papas, y que después de mancharse toda la cara y las manos, siguen impregnados en su piel porque los Cheetos son deliciosos, pero radiactivos.

 

 

 

 

 

 

 

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